martes, 25 de marzo de 2014

"Razones para parecerme a mi hijo"

Recuerdo que cuando estábamos “embarazados”  aparte de estar felices, ilusionados, nerviosos, miedosos, dudosos y demás adjetivos, había ciertos días en los que llegaba hasta nuestras melenudas cabezas una interminable mezcla de ideas de cómo podría ser nuestr@ pequeñ@: si sería leoncita o leoncito, si tendría los chinos de Jackie que tanto me encantan, cómo serían sus ojitos, su tono de piel, el color de su cabello, etcétera… y bueno, la vida fue muy generosa con nosotros, pues aparte de desear con todo el corazón que nuestro cachorro llegara sano, ambos deseábamos que de uno u otro modo se pareciera a los dos y nos fue concedido.

Pues bien, ese hermoso día en el que por fin pudimos conocer a nuestro leoncito ya al verlo llegamos a la conclusión (Jackie y yo) de que tenía una melenita casi tan lacia como la mía pero en una abundante cantidad como la de ella, y eso sí, a todas luces una nariz como la de su mami a quien por cierto no le agrada tanto la idea.

Como es de esperarse, siempre que nace un pequeñín se tiene esa inclinación (me incluyo, pues antes lo hacía) a tratar de encontrarle parecido con alguien de la familia, y no basta con que éste sea con mamá y papá, pues se incluyen en las similitudes cualquier tipo rasgo incluso algunos que resultan por demás chistosos… “que si la pestaña de uno o la ceja del otro”.

En nuestro caso, al inicio la balanza estaba muy equilibrada pues se dividían opiniones entre los que aseguraban que se parecía más a ella y viceversa, pero a últimas fechas se ha cargado un poco hacia mi lado, y aunque debo de admitir con toda honestidad que en nada me incomoda y hasta me “esponjo” como pavo real orgulloso cuando alguien dice que nuestro cachorro se parece o que es igualito a mí, también he de confesar que lo tomo con algunas reservas…

Esto último lo comento porque aunque hoy  me siento orgulloso y satisfecho de lo que hasta este momento he evolucionado y/o logrado como papá, también soy consciente de esos pequeños grandes detalles que quiero “pulir”, cambiar, corregir e incluso quitar de mi felina personalidad, (basta preguntarle a Jackie sobre lo desordenado que soy) y por ello me cuesta algo de trabajo asimilar o saber hasta dónde quisiera que mi hijo se parezca  a mí, con esto quiero decir que si bien como hijo y como persona tuve la fortuna de ser criado con mucho amor y de que me fueran inculcados valores, a su vez crecí como toda persona con algunos hábitos, actitudes y una que otra manía que -ya siendo papá- no me gustaría ver reflejadas en mi espejito llamado Emilio.

Como padre hoy quiero aplicar mucho de esa forma en la que fui criado y educado, en la que siempre me fue dada toda libertad de tomar mis propias decisiones y hasta hoy no recuerdo algún tipo de presión o intención de modificar alguno de mis gustos o preferencias.

Abogaré siempre por tratar de que ese pequeño ser que hoy guía nuestras vidas cuente con los elementos que le permitan ir  más allá de esa provisión de genes con la que dotamos a nuestros hijos y la natural influencia que tenemos como padres, que conserve siempre su esencia y sea el responsable y creador de su destino como Ser humano.

Nunca me quejaré de que mi hijo se parezca a mí y siempre estaré contento de que así sea, pero para ser feliz y mejorar como persona, como ser y como papá, hoy lo único que pido es poder parecerme (al menos un poco) a mi leoncito, quien gateando no se detiene ante nada para llegar a donde quiere y se esfuerza por  agarrarse de cualquier cosa para mantenerse en pie, quien no sólo aprende con gran destreza a comer sino nos alimenta cada instante con su alegría, quien sin importar los golpes y caídas vence cada uno de sus miedos y lo intenta cada cosa una y otra vez, quien con cada siesta me enseña a respetar mi cansancio y a perseguir  mis sueños, quien encuentra en el más pequeño objeto la razón para admirar  este mundo y hallar lo simple que es divertirse y ser feliz,   y más aún, quien sin importar lo que acontece a su alrededor siempre tiene una hermosa  sonrisa (¡esa sí que la heredó de mamá!) o una caricia para los que le amamos y con ello mejora  a cada instante nuestra existencia.


Hijo de tigre, pintito; hijo de león…
…que con el tiempo decida él solito.


"V"


Foto: Michael Sharman via photopin cc

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