viernes, 7 de marzo de 2014

Una nueva melenita: ¡Emilio! (2da parte)

Con lo poco que dormí (mucho en comparación con mi leona) recargué algo de energía y entre sueños recuerdo haber escuchado los quejidos de ella, quien como pudo pasó la noche. Pasadas  las 5 de la madrugada se levantó al baño y estando medio somnoliento escuché que me llamó…
…era para ver que había arrojado el tapón cervical lo que me hizo tomar una decisión importante: dadas las carencias que había en el hospital al que habíamos acudido era momento del plan B, el cual consistía en tomar un taxi e ir hasta otro hospital que se  encontraba a mucha más distancia que el primero pero en el que sabíamos que había más recursos para la atención de ella y del bebé.

Hasta hoy ella no recuerda casi lo que yo decía y hacía para tratar de llamar su atención y hacerle más llevadero el viaje mientras llegábamos al hospital; y la verdad es que yo estoy  casi igual, a reserva de decir que lo que sí recuerdo es que por primera vez sentí  cierta impotencia por no poder hacer más que estar a su lado y pedirle que apretara “mi garra” con la suya cada vez  que viniera una contracción y sólo puedo decir que jamás me había tomado con tanta fuerza.

Al llegar y entrar al hospital por primera vez me sentí realmente nervioso, había quienes  estaban  en circunstancias similares a las nuestras pero no veía que actuaran o hicieran algo, por ello pregunté en donde nos recibirían y sin importarme si hubieran llegado antes que nosotros rápidamente fui  a hacer los trámites pertinentes, ante las quejas, muecas  y gruñidos de quienes sólo después que pregunté supieron que hacer y a dónde acudir, para mí  la única consigna era que sin importar nada yo debía preguntar, preguntar y preguntar para saber quien nos atendería e informaría sobre el estado de Jackie y “E”,  cuál sería el procedimiento a seguir, y la forma en que (desde afuera) yo pudiera estar más al pendiente de todo lo que ocurriera.  

Después de algunos minutos me informaron  que Jackie entraría a labor de parto y por ello yo debía hacer algunos trámites más como un estudio socioeconómico, firmar una carta responsiva y pasar a recoger su ropa para  así verla por última ocasión antes de que entrara a quirófano. Recuerdo que entre los quejidos e incluso llanto y gritos de las demás mamás que estaban cerca llegué hasta donde mi  leona;  y aunque la vi llena de dolor estaba tranquila seguía conservando su entereza, misma que hizo sentirme también  tranquilo para luego iniciar a una especie de ritual en el cual  nos besamos, nos abrazamos y por último nos dimos una bendición mientras nos decíamos  con el corazón y con nuestra fe depositada en lo más divino de que todo estaría bien y que pronto nos veríamos de nuevo acompañados  por fin de nuestro cachorro… (continuará)



“V”

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