viernes, 7 de marzo de 2014

“E”: la primer enseñanza (2da parte)

Contábamos con 2 meses de embarazo, sabiendo que el primer trimestre era el de más riesgo y sumando las circunstancias en las que  nos encontrábamos desde la desafortunada caída  el panorama era algo desalentador.
Los días comenzaron a pasar a un ritmo raro y cada uno tuvo que verse reflejado en el otro para dar otro sentido a sus pasos.
“J”  se vio forzada  contener su ímpetu y su naturaleza: siempre tan activa y tan ordenada en todas sus actividades tuvo que adquirir esa paciencia y calma que de algún modo me caracterizan para  dejar en mis manos nuestra casa  y conformarse con atiborrarse de libros, revistas, artículos de internet y todo aquello que pudiera representar una distracción para tantos días de sentencia, perdón de reposo.

Por mi parte, yo trabajaba desde casa y todo lo hacía mediante una computadora con internet  de forma virtual, dicho empleo me permitió  enfrentar la situación desde una mejor posición y en algunos casos (lo confieso) mezclar mis tareas del trabajo con las de esposo y futuro papá; y teniendo como distracción los ratos que salía a hacer compras o realizar algún pendiente fuera de casa. Tuve que  poner un poco el orden y el cuidado   característico de mi leona en mis distintas actividades,  de otra manera no sólo  yo me volvería loco, sino ella también.

Estábamos  como “leones enjaulados” nuestra sensibilidad a flor de piel, algo irritables y desesperados por  saber que ocurría con nuestro bebé, cuando él mismo nos ofreció nuestra primera enseñanza, a los 20 días de la caída, Jackie no retuvo alimentos durante un día entero lo que hizo que acudiéramos nuevamente a ver que sucedía.

Viendo el cansancio, la desesperación, la tristeza  e incluso depresión de Jackie, sugerí a la ginecóloga que todo fuera producto de la carga emocional propia del encierro y el reposo, y ella tomándolo como una posibilidad, nos propuso hacer a la brevedad  el ultrasonido planeado para 10 días después  y saber la evolución del
embarazo.  A primera hora del siguiente día acudimos a realizarlo, después de unas horas y ya con el resultado en la mano la doctora sonrió y nos dijo que los cuidados habían dado resultados y que de algún modo debían seguir, pero que podíamos estar tranquilos porque la lesión
en la placenta había sanado, que todo valió la pena.

Hoy día la lección más grande que tenemos de todo lo anterior, es que nada se le comparará nunca a la lucha de nuestro leoncito, quien  siempre de alguna forma, (quizá con vómitos y náuseas) nos trató de decir  desde
adentro que estaba creciendo, que aun siendo tan diminuto libraría tal batalla,  que veríamos su sonrisa, que lo acompañaríamos en sus gateos  y escucharíamos sus rugidos,  porque desde entonces, con todo y su fragilidad ya era una pequeña gran fiera,  quien sin  conocernos aún nos enseñó  que en la vida  siempre hay que luchar por nuestros sueños e ilusiones con el corazón  y por amor, tal y como él lo hizo.

GRRROOOAAARRR!!


"V"


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