Hace apenas unos días Emilio, mi pequeño leoncito, dio sus primeros pasos por sí solo, y con ello, además de llenarnos de una inmensa alegría, nos contagió con ese ímpetu de quien descubre una nueva forma de disfrutar la vida y sobre todo de seguir aprendiendo de ella.
Hoy que lo veo reír y gozar yendo de un lado para otro sin parar, recuerdo los 2 días del padre anteriores que como tal he pasado: el primero en el que la preocupación por saber cómo estaba dentro de su mamá me quitaba el sueño y otro, el más reciente, en el cual a su lado y al de su mamá con la sonrisa de ambos todo fue armonía y tranquilidad.
Así, remembrando los pasados y deseando que llegue el siguiente, me llega con cierta nostalgia el instante en que lo vi por primera vez. Supe que con su llegada nada sería igual y que, además de “cambiar el olor de mis mañanas”, me daba el más grande motivo para dedicar cada día de mi existencia a buscar nuestra felicidad.
Cuando repaso todos estos días, me veo al lado de mi leona esforzándome por asimilar los primeros cambios del embarazo y llegan a mi memoria aquellos días cuando Emilio apenas reptaba.
Me veo a mí frustrado por aquellas cosas que por más intentos que realizaba para que mi fiera estuviera de lo mejor durante el embarazo, no me salían bien. Y lo recuerdo a él cuando se cansaba en sus intentos por gatear.
Veo su primer “solito” y con la misma alegría vuelvo a disfrutar mis pequeños grandes logros como papá primerizo, más aún nuestro primer cambio de pañal… ¡una verdadera proeza!
Regreso en el tiempo cuando sus pasos eran dudosos e imprecisos y veo al nuevo papá león, con movimientos inseguros al cargar a su cachorro, al cambiarlo de ropita y ya ni mencionar la odisea de bañarlo por primera vez.
Veo a su mamá ayudándolo a levantarse de un tropezón y la siento a mi lado apoyándome cuando cometí algún error o tuve algún descuido; convenciéndome ambos con su actitud de intentarlo otra vez.
Y cuando lo veo caminar cada vez con más seguridad y vigor, una peculiar sensación me recorre, por un lado me siento feliz por verlo crecer sin prisas, a su propio ritmo, disfrutando al máximo cada momento; y por otro veo como poco a poco es más independiente y con ello aunque me lleno de orgullo también me deja una extraña necesidad de que en sus próximos hitos pueda seguir siendo tan necesario para él cómo cuando era más pequeño y yo más inexperto.
Por lo demás, me tranquilizo con saber que seguimos creciendo, por ratos rugiendo y gateando, sin enseñarlo a caminar sino dejándolo que se desarrolle libremente y al mismo tiempo aprendiendo de sus pasitos, esos que, aunque diminutos, por cada uno que da yo he de dar cien (o más) como papá para estar a su ritmo.
¿Recuerdas cómo y cuando fueron los primeros pasos de tu(s) hijo(s)?
¿Recuerdas tus primeros pasos como mamá/papá?
¿Cuáles son los "pasos" más importantes que has dado junto a tu(s) hijo(s) y/o tu pareja?
Saludos!
Saludos!
(No dejes de ver mi siguiente post para seguir festejando el día del padre.)
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